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ELOTEPEC Y EL JOVEN TLAMATIN.

(Leyenda).

Por Miguel Ángel Flores Rodríguez.

Elotepec es una comunidad del municipio de Huatusco, Veracruz, se localiza a 1852 metros sobre el nivel del mar y es colindante con el estado de Puebla; hasta el año de 1896 fue un municipio independiente formando parte del Estado de Puebla hasta que se formalizaron los nuevos linderos y se integró como congregación al municipio de Huatusco.

Por su etimología el significado de Elotepec es bastante sencillo, Cerro de los Elotes, seguramente diríamos, porque en ese lugar se daban muy bien las milpas, aunque en ese sentido muchos lugares deberían llamarse Elotepec.

Entonces me di a la tarea de saber algo más y como siempre hago me lanzo a entrevistar a los lugareños, especialmente a los más ancianos.

En principio es difícil que quieran compartir sus ancestrales conocimientos, forman parte de la herencia ancestral y de la tradición oral que no todos manejan.

Para conseguir lo que deseo les integro en la charla algunos datos que conozco de antemano y entonces la entrevista se suaviza y fluye de manera natural.

Aunque ya tenía algunos datos de Elotepec regresé recientemente a realizar mis pesquisas para indagar unos datos que me faltaban.

En plática con un par de lugareños les pregunté, señalando hacia el cerro, que si ese era el cerro de Elotepec.

Se quedaron mirando entre ellos y asintieron con la cabeza.

-Oigan.

Les dije.

– ¿Y es verdad que ahí se encuentra enterrada una campana de oro?

Les dije eso porque entre muchas cosas que se cuentan del cerro es que ahí se encuentra escondida una campana de oro que en algunas ocasiones se oye repicar.

Nuevamente se vieron con cierta incomodidad hasta que para darles confianza les dije que hacía no mucho había platicado con un anciano que vivía en cierta casa y como desde ahí se veía se las señalé.

Les dije también que me gustaba escribir historias y leyendas y que quería escribir las cosas de su comunidad.

– ¿Un libro?

Me dijeron.

-Algo así.

Les contesté.

Y entonces empezaron a hablar de las cosas profundas, de las verdades sagradas, de lo que se cuenta poco.

-Pues mire- me dijo el mayor- Elotepec no es el cerro de los elotes como la gente cree, ese cerro es sagrado y ahí hay muchas cosas, pero no todos las pueden ver.

Se quedó pensando y continuó.

-Para empezar, dicen que ahí hay una campana de oro y puede ser que así sea, pero lo verdaderamente valioso que existe ahí es un “Elote de Oro”, ese objeto que nuestros antepasados conocieron y que permitía la riqueza en este lugar.

Para ellos la riqueza no consiste en oro u objetos materiales pues siguió comentando.

-Antes en este lugar se daba cualquier clase de cultivos, se cosechaba de todo y la gente vivía feliz, todas las cosas que se siembran para abajo (la tierra caliente) se daban aquí, y hay un lugar en el cerro por el que se puede entrar y ahí todavía existe toda esa riqueza, toda clase de frutas y semillas y de animales ya ni se diga, hay temazates, coatuzas, pájaros de todos colores, pero no cualquiera puede entrar en ese lugar.

– ¿Cómo? Pregunté, ¿Por qué no?

-Porque solamente algunos escogidos pueden entrar, pero nadie sabe quiénes son, sabemos que si alguien sube con malas intenciones y ambición le pasa algo malo, pero si sube alguien de buena fe y sin maldad es posible que lo dejen pasar.

-Pero, entonces, ¿Cómo funciona eso?

-Mire, me dijo, una vez subió un señor que quería cazar un temazate y cuando lo encontró lo empezó a seguir por senderos que cada vez eran más desconocidos y así, sin darse cuenta, de pronto, se encontró en un mundo maravilloso con miles de animales y los temazates corrían por todas partes y fue tan maravilloso que ya ni siquiera se acordó de su escopeta.

Regresó sin presa, pero maravillado por la experiencia que había vivido.

Como ya estaba emocionado siguió contando.

-En otra ocasión me pasó a mí y a dos amiguitos de aquí del rancho, yo tenía un rifle pequeño y ellos también tenían los suyos o más bien había en su casa y decidimos ir a cazar ardillas al cerro.

Subimos por los caminos que ya conocíamos hasta llegar a un lugar donde había muchos árboles, buscábamos alguna ardilla o algún animalito para tirarle cuando de repente y sin saber de dónde brincó una ardilla enorme, sus colores eran distintos al de las ardillas que conocíamos, si eran de color café, pero tenían el lomo amarillo y como dije muy grandes, y a esa le siguieron otras y otras y cada vez más y pasaban tan cerca de nosotros que no supe si disparar o agarrarlas con las manos y a mis amigos les pasaba lo mismo, ardillas gigantes por todos lados, tal vez eran más de quinientas y así tan rápido como llegaron desaparecieron.

Mi informante reaccionó de pronto, como si hubiera hablado demasiado y dando una explicación banal dijo que se tenía que retirar dejándome con muchas interrogantes y muchas preguntas por hacer.

Por ejemplo.

¿Por qué si el cerro les daba tanta riqueza ésta se había disminuido considerablemente?

Entonces recordé la otra historia, del joven tlamatín que valerosamente se enfrentó a los tlamatines mayores.

¿Quieren que se las cuente?

La primera vez que escuché hablar de los tlamatines fue cuando escribí la leyenda de la Laguna Perdida de Chalchitepec, ahí supe que eran seres superiores encarnados en hombres comunes con poderes enormes y con capacidad para mover la materia.

Si usted busca el significado de tlamatin encontrará que solo dice que eran hombres que contaban cosas o que sabían cosas, una especie de filósofos en tiempos prehispánicos

Pero son mucho más que eso y digo son porque aún existen en algunos lugares ya que cada pueblo tenía sus tlamatines.

Pero, así como existían los buenos existían también los no tan buenos “los cualli tlamatini, que quiere decir “los sabios no buenos”. amantes de la obscuridad y el rincón. Hechicero que hace volver el rostro, extravía a la gente, hace perder a los otros el rostro. Encubre las cosas, las hace difíciles, hace perecer a la gente, misteriosamente acaba con todo”.

Así lo dejó escrito Bernardino de Sahagún.

Pues bien, en un tiempo que no se puede precisar ocurrió este extraordinario evento, resulta que unos tlamatines de Xalapa invitaron a los de Elotepec a una fiesta y los de Elotepec acudieron confiados, pero todo era una treta, una trampa ya que los tlamatines foráneos ambicionaban posesionarse del cerro de Elotepec, pues conocían los tesoros que encerraba y la estrategia era distraerlos mientras ellos, con los tremendos poderes que poseían pretendían trasladar el cerro a Xalapa.

Más los de Xalapa no contaban con que un joven tlamatín se había quedado a resguardar.

Cuando llegaron y empezaron a realizar sus malas artes fueron descubiertos por el tlamatín joven que valeroso los enfrentó, como los poderes de estos seres son supremos y se relacionan con los rayos se empezó a escuchar en el cielo los estruendos y se veían el resplandor de los relámpagos.

Por momentos el tlamatín joven parecía claudicar, momentos que los ladrones aprovechaban para empezar a trasladar partes del cerro, pero era tanto el estruendo de la batalla y el resplandor de los relámpagos que los que estaban en Xalapa pronto se dieron cuenta y con la velocidad justo de un relámpago llegaron a defender lo suyo cuando el joven ya parecía agonizar.

Los malvados fueron vencidos y retornaron maldiciendo a su lugar, pero el cerro quedó incompleto, algunas partes quedaron cerca de Elotepec en un lugar que le llaman Los Cerritos pero gran parte quedó abandonada cerca de Coatepec.

Ignoro y no sé si ellos sepan en que parte quedó el Elote de Oro, algunos piensan que sigue en Elotepec.

Tampoco se supo que pasó con el joven tlamatín dado que los tlamatines guardan su identidad con el mayor de los recelos y aparecen en la comunidad como personas comunes.

Lo que sí se sabe es que la riqueza y prosperidad de Elotepec se conseguirá el día en que las partes robadas del cerro sean reubicadas en su lugar y el cerro de Elotepec se encuentre completo, como en la antigüedad.

Me contó don Berna, un amigo muy anciano que aún vive, que una vez con otros vecinos de Elotepec subieron al cerro que está por Xalapa para constatar si efectivamente era parte del cerro de Elotepec y con gran sorpresa se dieron cuenta que sí, que efectivamente aquel cerro es parte del suyo.

– ¿Y cómo lo supieron?

Le pregunté.

-Pues todos los árboles, las plantas, los arbustos, los frutos y las flores que tiene aquel cerro son las mismas que existen aquí.

Me contestó.

Pero no saben cómo traerlo de vuelta.

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