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UN PRINCIPIO.

POR TEODORO COUTTOLENC MOLINA

Después de haber visitado todos los recintos, conocido todas las corrientes espirituales, espiritistas, satánicas, psíquicas, bebido todos los textos de literatura “estimulante”, y cuanto se publicó acerca de la curación espiritual, en un afán sincero de servir a la humanidad, de encontrarse a sí mismo, para realizarse como miembro de las más augustas organizaciones secretas, discretas y otras no tanto,  quiso estudiar homeopatía, acupuntura, iridología, reiki, feng-shui, desarrollo de la voluntad, y al final, después de muchos años, cuando superaba ya la sesentena, llegó a la conclusión de que todo ello únicamente había servido para embrollarlo. Llegó a pensar que la situación a que había llegado era consecuencia de que, por ser una persona siempre responsable, únicamente dedicaba a tales conceptos el tiempo que le podía dejar su trabajo que le exigía tiempo completo.

Quiso entonces rehacer lo mal hecho y se sintió solo, aislado, sin camino y sin objetivos, sin nada que lo estimulara, lleno de prejuicios y remordimientos. Todo era para él culpas. Sus mejores amigos ya habían fallecido. Estaba alejado de sus seres queridos. Se acercó a algunos conocidos recientes, en quienes encontró nuevas amistades. Pero nunca como las que se fueron.

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