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ROMPER PAPELES

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA (✟)

(In Memoriam)

Las tragedias acechan a los escritores. A veces la maquina Olivetti tiene alterados los nervios. Otras ocasiones la cinta “nunca ha estado más pálida”, y todavía, lo que es peor, el escritor no encuentra ningún tema apropiado, por más que estruja el cuarto de trebejos de la conciencia, hasta el último de sus rincones.

Empero, hay una desventura mayor: el deber, por falta de espacio, de romper papeles emborronados, el de mandarlos al fuego como premio a los trabajos sufridos para llenar sus arenas desérticas con los pasos lentos de los camellos. Que esto parecen las letras ahí abandonadas. Hay millares de papeles, ya sucios, y manchados, ya anochecidos, y cuyo sino fatal, por razones de salud, es ser destruidos.

Con la suma de estas letras -ahora condenadas por el Santo Tribunal-podría construir una Torre de Babel. Como ella, la bíblica, nadie podría entenderse entre sí.

Este oficio de albañil de la literatura, colocando silabas como tabiques ya no me gusta por inútil.

Un libro, ya concluido, con su encuadernación elegante, es un edificio de lujo.

La Divina Comedia, del señor Dante, ha sido comparada a una catedral, por su exactitud arquitectónica; pero los papeles dispersos, más parecen una partida de guerrilleros al asalto, intrincados en el Jeroglífico de los breñales.

Duele tener que colgar, por herejes, a estas páginas pecaminosas. Todo escritor -en tanto no ha triunfado- es un asalta caminos; atenta contra el pudor de silencios; roba la atención; hiere a los relojes con mala puñalada… No puede ser perdonado. No lo merece.

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