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EN LA ORFANDAD

POR: TEODORO COUTTOLENC

(In Memoriam)

 

No me dejes, por favor, en la orfandad de la amistad.

Ciertamente al que acompaña este afecto sólo puede entrañar

una sensibilidad bilateral.

 

Créeme, no puede darse amistad en sólo un testigo.

Si éste fuera el caso desaparecerían la visión y el proyecto.

Empero, el amor sí puede ser unilateral y entonces,

cuando no es recíproco, se esfuma como el vino

cuyo continente cae y vierte el contenido.

 

Después llegará la resequedad, el agostamiento,

será polvo de los años.

No quiero, no puedo dejar que esto suceda. ¡Que no te lleve el tiempo! que te respeten el espacio, el devenir y mi desolación.

 

Que perviva tu sonrisa y tu boca, que es mi anhelo.

Que vibren tus pupilas tus ojos,-¡oh, mi sueño!-

 

Que tus húmedas manos, sigan igual como hoy,

de mis fiebres remedio; y que tu cuerpo (iluso de mí)

me abrase con las suyas hasta calcinar el mío.

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