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EL TRIÁNGULO DEL TERROR

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA

(In Memoriam)

Un día, Ángelo Patri, gran pedagogo, descubrió lo que todo el mundo sabía: que la educación del hombre es el resultado de la confluencia de tres factores, cuando menos: el hogar, la escuela y la calle.

Estos tres elementos constituyen el triángulo del terror. La autoridad paternalista -o sus derivados- se imponen en el proceso de formación espiritual del niño y comienza, desde muy temprano, a ejercer su poder creador en cuantos complejos se han estudiado, luego, los profesores, en el plan de apoderados del padre, prosiguen con mayor tecnicismo idéntica tarea. Ahí en el aula, se encargan de aplastar la iniciativa privada, de borrar la individualidad y de imponer un carácter común de acuerdo con el sistema pedagógico en boga.

El choque que sufre el niño, el adolescente, el joven, a la mitad de las encontradas acciones y reacciones del medio social, es sencillamente pavoroso.

El poder de la educación extraescolar -ahora lo están reconociendo los profesores- es capaz de anular las directrices que imprime el hogar o las que dictamina la escuela.

El alma del niño proletario -que investigara acuciosamente el genio de Otro Ruhle-, por ejemplo, es el espejo fiel de las condiciones de miseria, de insalubridad, de resentimientos latentes, que pululan en los barrios, en las vecindades, en los tugurios donde han hecho su asiento la promiscuidad, la embriaguez, la lujuria, el odio. Ahí es donde, por regla general, se están modelando las bases de la rebeldía que, como debe comprenderse, es una rebeldía con causas de sobra.

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