DULCE NAVÍO, SIN IGUAL
POR: TEODORO COUTTOLENC
Tanto fulgor en la luna, tanto cantar a la mar,
se me ha acabado la esencia que impulsó mi navegar.
Tanto fulgor en la luna de qué le viene o le va:
si el sol no se encuentra enfrente nada podrá iluminar;
si la tierra los separa, sin luz puédela dejar
y sólo un frío satélite oscuro y pálido será…
Tanto cantar a la mar entregándole mis voces
para poder levantar sobre sus olas el alma.
Cuán duelen, azul, tus aguas cómo duele este penar
que en eterna soledad del ser al fondo se va.
Se me ha acabado la esencia, se fugó de mí el soñar
impulsador de las fuerzas, del vivir y del amar,
con la angustia de las noches de eterna inmovilidad,
se me aquietaron las olas, se me agotó la pleamar.
Que impulsó mi navegar en los ojos de Susana,
en sus labios y en sus manos, Dulce Navío, sin igual.
Ojos de mirar de frente, labios de tierno soñar,
manos de cuenca sureña, Dulce Navío, sin igual.
Tanto fulgor en la luna, tanto cantar a la mar,
se me ha acabado la esencia que impulsó mi navegar.