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EL JUDÍO ERRANTE

POR: TEODORO COUTTOLENC

Llega el judío errante. Flaco, con mirada huidiza y sin sonrisa en la vacía boca. Alegaba que no podría ponerse jamás dentadura postiza.

Los judíos locales lo recibieron y le preguntaron por qué venía tan desmedrado. Los miró con sus ojillos azules terrosos, espantados…

-“Nos das lástima. En veinte siglos cualquier judío se hubiera adueñado del mundo. Pero tú estás muy amolado”

-“No, pérense -dijo otro- Es que está cabrón. Imagínate siempre viviendo con miedo de que venga la muerte”.

-“Lo de menos sería la muerte, que llegaría como una bendición. –dijo el Judío Errante – Lo que me chinga son las pinches enfermedades, que me traen como hijo de la chingada. Ora deben llamarme el jodido errante.

 

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