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ZIG-ZAG SU AVENTURA

Por: José Muñoz Cota

(In Memoriam)

Las cosas bien ordenadas -cada una en su sitio-, como si les pesara la afrenta del uniforme que les roba la autenticidad; los libros alineados, escondidos dentro de un tipo de encuadernación, exactamente el mismo, con su número en el lomo lustroso, me entristecen porque los asocio a los presos que llevan el número de su angustia. El desorden garantiza el amor a la aventura y la aventura es el galardón de una existencia audaz, retadora, con ímpetus de capitán que se atreve a desafiar lo desconocido, lo inédito, la empresa que, tal vez, nos está esperando.

Estas cosas tan ordenadas que huelen a hospital; que nos evocan la línea poética de Manuel Maples Arce:

Tardes opalescentes en vidrieras de enfermo.

O, lo que es alarmante, imponen el orden que priva en el despacho de un ejecutivo melancólico y añorante.

Lin Yutang señala que el lector tiene sus libros favoritos en el estudio, en la sala, en el comedor y hasta en el baño.

Libros a medio leer, subrayados, con el tatuaje especial que cada estudioso deja en la piel de las páginas, como el enamorado que dibuja un signo en la espalda de la mujer amada.

Está tan mustia, tan encanijada, tan desfalleciente, la línea recta.

Pero, ¿es que existe la línea recta y es que hay una vida jugosa, frutal, que sea tan monótona como una línea recta?

El Zig-Zag es el símbolo del élan creador -de que habla Berg son-. Son dos pasos adelante y uno atrás. O mejor aún: es la línea espiral, ascendente, misteriosa, plena de magia de la revolución.

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