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Se cumplen 150 años de la construcción del Mercado Juárez.

Por Miguel Ángel Flores Rodríguez.

Desde que se hizo el trazo español de la ciudad quedaron dos espacios abiertos dentro de ella, ambos correspondían a la iglesia que eran de alguna manera los atrios de los templos de San Antonio y de Santa Cecilia.

Por siglos permanecieron baldíos tanto que simplemente se les conocía como el “llano de arriba” y “el llano de abajo”.

El llano de arriba permanecía sin ocupar al frente de un templo que siempre estuvo a medio construir y ocupado todavía por algunos montículos que formaban parte de los antiguos templos prehispánicos, mientras que el llano de abajo era ocupado por los escolapios para jugar o practicar las marchas escolares.

En esos tiempos el mercado se realizaba a la manera tradicional antigua, es decir, en base al establecimiento de un tianguis donde coincidían los vendedores de la región trayendo las frutas, legumbres y animales de la “tierra caliente” y la “tierra fría”, los vendedores de las partes altas como Elotepec y aún de regiones lejanas del estado de Puebla como Chichiquila, Chilchotla, Tlalnepantla y de Guadalupe Victoria.

Pues bien, aprovechando los espacios vacíos el tianguis se establecía a veces en el llano de abajo provocando las protestas de los vecinos del barrio de arriba quienes alegaban que les quedaba “lejos” el ir a comprar; entonces, la autoridad, para allanar dificultades, permitía el establecimiento del tianguis en el barrio de arriba, y las protestas entonces se levantaban en los vecinos del barrio de abajo.

Con la finalidad de dar fin a tan banales disputas la autoridad de ese tiempo propuso a los vecinos del barrio de arriba que si ellos se comprometían a limpiar y emparejar el llano de arriba ahí se establecería el mercado de forma permanente.

Ni tardos ni perezosos los vecinos aceptaron y en el año de 1868 dieron inicio a las faenas de limpieza y emparejamiento, el maestro Ismael Sehara, quien siendo niño fue testigo de esos trabajos, deja constancia en sus escritos como destruían los antiguos altares y como fue demolido el cerrito al que llamaban de Santa Cecilia, de donde extraían los antiguos ídolos y objetos del culto antiguo.

A los dos años de iniciados los trabajos quedó instalado el Mercado que se inauguró a mediados del año de 1870 y que desde aquel tiempo llevó el nombre de Licenciado Benito Juárez García, y al que denominaban simplemente Plaza de Juárez.

Me tocó crecer en el viejo mercado y conocer cada rincón de aquel antiguo y oscuro edificio sostenido por pilares y techos de teja, el rumor de vendedores y compradores, la llegada desde el sábado de los viajeros que llegaban desde el estado de Puebla y también me tocó ver su final.

En el año de 1974, 104 años después de su construcción aquellas viejas instalaciones dieron paso al mercado nuevo que era inaugurado por el presidente de ese momento, el antropólogo Enrique Paez Quezada.

Se cumplen 150 años de la instalación del Mercado Benito Juárez en lo que fuera el atrio del templo de Santa Cecilia, el viejo llano de arriba, pero a nadie parece importarle, nadie lo recuerda, ni locatarios ni autoridades.

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