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NO VOLTEEN PARA ACÁ.

Por: Teodoro Couttolenc.

Decidió, después de lo anterior, irse a refugiar a su pueblo el Tío Pelón.

Allí sintió que era querido y respetado.

Las pueblerinas concurren un día de la semana a lavar sus ropas y sus cuerpos en el río y no hay varón que pueda llegar por allí en tal fecha bajo pena de arresto y la consecuente golpiza mujeril.

El viejillo, con más frivolidad en el cerebro que en el cuerpo, devana sus sesos. Pretende discurrir certero plan que atraiga sobre sí las femeninas miradas. Seguridad tiene en atributos físicos antañones, que el tiempo ha protegido, según él. Ninguna sin embargo, lo ve con los ojos que él quisiera. Requiere por y de la superchería y como no falta vivales, supuesto brujo dueño de ultraterrenos poderes lo aconseja. El ruco, de esta suerte, conseguiría atraer las miradas:

El siguiente domingo se colocó en las laderas de las lomas que rodean al río, en la parte más alta, donde es posible ver todo lo que ocurre en la zona rivereña, pero también se es visto completamente desde abajo. Llega y desde una lomilla frente al río, el lugar más visto, entonces, cuando más mujeres hubo, en la hora cumbre de las actividades y con el sol a todo lo que da, el Tío Pelón se colocó en el sitio mejor para ser contemplado y gritó:

-“Hey, señoras, no vayan a voltear para acá porque voy a cagar”.

Acto seguido, se bajó pantalón y calzón y procedió a realizar sus necesidades fisiológicas a la vista de todo mundo.

 

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