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LA POESIA EN CLAVE

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA

(In Memoriam)

Lo que más me sorprendía, cuando estuve al borde de vivir paralelo a los quehaceres de un cuartel, era la operación de cifrar los mensajes, para evitar que los demás se enteraran del mundo maravilloso de la estrategia.

Eran palabras sin sentido, extraídas de acuerdo con un código, al azar, que llevaban, en secreto, cargas de destrucción y de muerte.

He de confesar que algo similar me ocurre cuando me asomo a la atmósfera de magia y de misterio de los poemas del más célebre de los escritores contemporáneos.

Las líneas, independientes entre sí, enigmáticamente autónomas, no suponen una autenticidad unitaria. Es como si el creador fuera permitiendo que el azar las reuniera, sin la preocupación de la afinidad entre sí, y sin parar mientes en el posible lector quien, para su bien cimentada cultura, tendrá que convenir que aquello sin cabeza ni pies, poemas-serpientes, ostentan la personalidad que les refleja el autor.

Las líneas aisladas, como cuerpos vivos, pueden ser magníficos aciertos, ¡lo son!, pero esta poesía a saltos, a sobresaltos, me desconcierta.

No es pecado decir que no la entiendo porque nada quiere expresar. Puedo, a mi entero capricho, recortar cada línea, revolverlas en un sombrero y luego ir sacando una y otra línea para transcribirlas con el orden desordenado con que aparezcan.

¿Esto es poesía? A lo mejor sí y a la mejor no. Porque sí, porque no. Como en aquella novela de D’Anunzio.

Y, sin embargo, como pretendo sostener mi categoría de hombre culto, yo también digo: O P es el mejor poeta de México, el poeta de todos los tiempos.

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