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La Justicia.

La Justicia, según definiciones del Diccionario, es la virtud de darle a cada quien lo que le corresponde. Así la justicia se identifica con la igualdad y da por descontadas las diferencias. Desde luego existen diferentes por naturaleza, pero la tarea de las sociedades humanas es anularlas mediante reglas que pretenden la imparcialidad y la equidad.

El sentido de justicia es bastante claro en las sociedades primitivas. Hasta hace algunos años en estos grupos humanos todos se consideraban iguales y las diferencias de clases eran casi inexistentes; en las comunidades que vivían en extrema pobreza, cuando la casa y las cosechas eran abundantes, los productos agrícolas y las presas se dividían por igual entre todos los miembros de la comunidad.

En esta entidad a un cazador nunca se le ocurriría quedarse con su presa sin compartirla, pues al tener todos tan poco, si uno tiene algo más que los demás, el grupo lo proponía de inmediato para que fuera compartido.

Cuando la comunidad se reunía alrededor de una presa, cada quien arranca un pedazo. Pero si el trozo que adquiere uno es demasiado grande, el abusivo no puede comer tranquilo, pues sabe que puede despertar con facilidad el rencor, la codicia y la agresividad de los demás.

En estas sociedades sencillas, las reglas de igualdad y justicia se establecen de manera natural. No solo la comida es deseada por todos, si no cualquier bien, y cuando se dan las diferencias, surge inmediatamente la frustración, el odio y la amenaza hacia quien se eleva sobre los demás, en una familia, por ejemplo, los hijos desean ser queridos y apreciados por sus padres, los hijos son iguales y ninguno puede justificar una superioridad sobre los demás. Todos desean tener amor, atención y comida en la misma medida.

Sin embargo, si esto no sucede y el padre o la madre favorecen a alguno de sus hijos alegan un mérito particular de uno sobre otro, la envidia, el odio y el rencor de los hermanos será feroz.

La naturaleza desde luego, hace que unos seres humanos sean más hermosos, a pesar de que algunos se distinguen por que son más hábiles, inteligentes, veloces, etcétera… Pero la tarea de las sociedades es tratar de borrar esas diferencias lo más posible y lograr la máxima igualdad.

No obstante, las reglas de justicia en la sociedad patriarcal apelan a criterios distintos de la sociedad. El patriarcado justifica las desigualdades y compara a la humanidad con algunos animales que viven en grupos y establecen jerarquías, que reconocen superioridades basadas en la fuerza.

Es así como la estructura machista instaura un complejo sistema que establece diferencias entre los seres humanos; los divide en clases sociales, sexo, razas, etc., y trata de racionalizar dicha actitud para reducir las manifestaciones de agresividad. Algunos hombres se adjudican poderes divinos, otros se atribuyen grandes capacidades y dotes, y hacen creer que la voluntad de Dios, por inescrutables razones decide quienes obtienen más y quienes deben sufrir y sacrificarse.

La realeza y otras manifestaciones de poder a través de la historia se han vinculado con ascendencias divinas y esto es aseverado por el clero. Se crean tabúes, se instauran ritos, se afirman méritos mediante procedimientos complicados y rigurosos, y se invitan abiertamente a la competencia en el campo deportivo, político, artístico e intelectual.

El sistema patriarcal considera más valiosos a los hombres que a las mujeres, a estos se les otorga todos los derechos, se les alimenta y viste mejor, y se les hace estudiar más. Con la aplicación de las diferencias, las reglas de justicia se convierten en un instrumento intelectual para reducir la confrontación y la frustración, y muy pocos intentan cambiar el establecido apelando a la imparcialidad y la acción justa. Un macho capaz e inteligente, pero sin recursos económicos, puede sentir pesar por no tener acceso a una buena universidad. No obstante, su congoja y desilusión no será una amenaza para alguien, pues siendo pobre se le ha entrenado para entender que existe un abismo insalvable entre él y un chico rico.

Las mayorías aplastadas y desposeídas se resignan a su suerte, aunque experimenten un doloroso sentimiento de inequidad y de justicia, y de igual manera sucede con las mujeres o la gente de color. Asumen su inferioridad y su papel de víctimas haciendo algo para cambiar sus vidas. Todos ellos aprendieron desde pequeños que no son valiosos. Todos saben que el mundo es cruel e injusto, especialmente con el sexo femenino y con los individuos que no tuvieron la buena fortuna de ser blancos o de ser ricos.

Es así como un sistema social plegado de profundas desigualdades e injusticias, como es el patriarcal, se ha podido perpetuar por los siglos de los siglos.

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