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¿ES QUE ESTAMOS, CONSPIRANDO CONTRA EL ORDEN?.

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA

(In Memoriam)

Y ¿quién ha dicho que el orden es el resultado de la sumisión de los más y el autoritarismo de los menos?

Todos amamos la paz -he dicho en un canto-, pero la paz del trigo, del maíz, del henequén no el látigo tatuando sus mapas en la carne; no el capataz que mancha con pistolas el sueño de la manta; la paz enredadera en los panteones, ¡no esa paz!, ¡la paz del hombre libre!

Puede decirse lo mismo acerca del orden. Nadie de sea el desorden. El desorden es producto de la violencia, de la lucha, del odio en ejercicio.

Todos anhelamos el orden. El orden amoroso. El orden producto de la solidaridad. Es que positivamente, no es cierto que para vivir en orden, orden conmigo mismo, orden con los demás, orden con la naturaleza, sea indispensable la amenaza, el castigo, la disciplina impuesta, el autoritarismo en cualquier forma. No es cierto.

Orden supone equilibrio. Todos ambicionamos el equilibrio. Estar en orden. No estarlo propicia la desazón, la inquietud, la angustia.

La angustia de que hablan tanto los existencialistas no es miedo al vacío, porque el hombre que tiene un objetivo en su existencia, una meta, un ideal, no se enfrenta al temor al vacío jamás; puede sufrir los contratiempos de la lucha, los sinsabores de la derrota, pero no el vacío.

Además, el existencialismo, en este aspecto, no sobrepasa los linderos de una divagación poética.

Nadie vive en la nada. Se vive en algo y para algo. No en la nada y para nada. El que llega a sentir el peso de la nada se suicida. Es como cerrar todas las puertas. El hombre puede estar abriendo puertas y apareciéndole otras en su devenir, puede que repita la imagen dolorosa de aquel loco del cuento ruso que salta muros para encontrarse con otros muros. Pero no con la nada, no con el vacío. Con la nada enfrente sobra el esfuerzo y la tentativa. No hay necesidad de la voluntad, ni del pensamiento, ni de la emoción. No es la náusea la consecuencia lógica, sino la muerte, el suicidio. Así, con esta clase de angustia sólo viven los enfermos mentales, los neuróticos sin remedio y en la última escala.

Quienes se han despeñado por los vericuetos de la vida fácil, de la frivolidad, de la lujuria, del egocentrismo, de la egolatría, es fácil que, de pronto, se encuentren con la ruina de sus ideales y las astillas de sus esperanzas: entonces los alcanza la angustia, sólo entonces.

Los existencialistas viven en desorden moral y en desorden físico, viven socialmente en desorden.

No tienen amor. Han perdido la esperanza. Están a las puertas de su infierno, del único que existe.

Toda disposición amorosa -con uno mismo y con los demás- se desenvuelve ordenadamente.

El amor tiene su propia disciplina. Disciplina no es obediencia ciega. El amor tiene su jerarquía de obediencias espontáneas, producto de la mutua comprensión, del entendimiento inteligente de los corazones de la razón del amor que la razón no conoce.

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