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EL TÍO PELON EN ALVARADO.

POR: TEODORO COUTTOLENC

Cierto día, andaba el Tío Pelón por esos caminos de Dios, cuando se dio cuenta de que había llegado a una población muy jacarandosa. Todos los habitantes reían y hablaban a gritos. Se saludaban de calle a calle sin necesidad de acercarse porque se gritaban y solían hacerlo con palabras fuertes, con aquéllas que todo mundo juzgaba ofensivas, pero aquí se sentían amigables, íntimas, acogedoras, hasta de papacho.

Esto parecía al Tío Pelón fuera de lo humano ¿Cómo era posible que la gente tuviera a los insultos como una charla estimada, respetuosa, de cariño? Pero así era aquí, aunque todo pareciera fuera de lugar.  Por ejemplo, al encontrarse por la mañana, le gritaba de lado a lado de la calle un hombre a otro: “Quiubo, güey, dónde andas de holgazán?”  Y el otro respondía con la mayor tranquilidad: “En la casa de tu mamá, agarrándola de criada”.  Y todos soltaban las carcajadas y continuaban su vida normal, tan tranquilos.

El Tío Pelón estuvo meditando sobre esta situación algún tiempo, porque no le parecía correcta. Estaba acostumbrado a que cuando alguien se saludaba, estrechaba las manos de su amigo, se daba los buenos días con afabilidad y preguntaba cómo se encontraba la familia, pero de manera tan fina que para todos era adecuado informar sobre la salud y la vida de cada quien. “¿Qué es lo que le hace falta a esta sociedad?” Se preguntó Tío Pelón. “Le hace falta seriedad, respeto, cariño entre la gente” se respondió “Y yo voy a dárselos”.

Organizó el anciano, como primera providencia, un rumboso baile, pensando que allí toda la gente adoraba la danza y acudirían. Tuvo razón: se le llenó el local y fue todo un éxito. Sin embargo, durante el evento, todo mundo se siguió tratando como acostumbraba.

El Tío Pelón promovió una rifa con hermosos premios: Un sombrero de palma, una sombrilla hermosísima, unos vasos térmicos para agua y refresco, en fin, todo cuestiones útiles y bonitas. Pero la gente siguió hablándose de la misma manera.

Entonces el ruco decidió recurrir a la brujería.  Investigó sobre el mejor mago de la época y encontró al nigromante Científicus. Le expuso el problema y éste le pidió llevara algunos pesos y agua de la zona, a lo cual accedió el Tío Pelón.

En pocos días, empezaron a tirar desde aviones contratados especialmente para ello, el agua mágica elaborada por Científicus. El trabajo fue rápido y sencillo. Al término, el encantador le dijo al Tío Pelón: “Ahora, sólo debes esperar un tiempo razonable, siquiera unos ocho días y verás los resultados espléndidos de mis conjuros.”

Pasaron dos meses y la gente seguía hablando igual. El tío Pelón exigió a Científicus una explicación. Después de tres días de que había enviado el telegrama correspondiente, oyó en su cuarto una gran voz que le decía: “Viejillo sonso, hijo de tal por cual. A poco tú dejarías de ser El Tío Pelón porque lo quieran tus amistades o familiares. Cómo quieres quitarle a la tierra bendita de Dios su forma sublime de hablar. Eres muy Güey o de plano te haces. Pedazo de Tarántulo: Deja que cada persona se exprese como es su forma íntima de ser y que el mundo siga rodando. ”

El Tío Pelón comprendió que no era posible ni con aguas mágicas cambiar el sentir y la manera de hablar de un pueblo. y decidió que debía mudarse de residencia o asimilarse a la forma de ser del hermoso pueblo de Alvarado.

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