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EL PUDOR EN LA CONFIDENCIA

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA

(In Memoriam)

Siempre nos molestó el grito impúdico de algunas poetisas. “Tómame ahora que aún es temprano -y que tengo llenas de rosas las manos” o bien, aquel otro poema: “¿Tienes sed amante?, Morderé una vena- de esas que me azulan el puño, cual una ramazón de luna”, existe una especie de pudor íntimo, de pudor que es expresión de un íntimo sentido de la dignidad, que impide la confesión de Ia existencia, sobre todo cuando se forzan temas que pertenecen a los dominios de la más recatada personalidad.

Antonio Marichal, estableció sutiles diferencias entre Confesión y Confidencia: “Es impensable la confidencia en ciertos artistas supremos de la palabra: Quevedo o Valle Inclán, Gracián O’Borges son tan señores de su palabra, tan artísticamente dominadores, que en ellos no puede darse la confidencia. Al contrario de lo que ocurre en la suprema confidencia en lengua castellana, en Santa Teresa: en ésta no hay estrictamente intención artística y por eso su vía expresiva es siempre la de la confidencia. La confidencia hace violencia al escritor, tiene algo de fuerza imperiosa”. (136)

La confesión es un acto deliberado, interesado; se desea confesar uno en la medida en que experimenta la posibilidad de salvarse de lo que adentro estorba; la confesión provoca la Catarsis; es un baño de vapor interior; se buscan las altas temperaturas morales para “sudar” la gama de complejos que nos mortifican dentro. Pero aún la confesión anhelada tiene un muro de contensión; hay algo moral que nos vigila y nos espía. Ni siquiera Juan Jacobo Rousseau se atrevió a quitarse el séptimo velo. Un libro así, impúdico, de confesión absoluta, sería una especie de suicidio moral. El escándalo seria máximo; pero la muerte del autor seria incontenible. Hay -por lo demas- un acto morboso en buscar confesiones y enterarnos de ellas. Si bien para el actor puede ser un descargo, un descanso, una tregua; para el curioso impertinente significa una confesión a su vez, pone de relieve una debilidad que puede ser patológica. El juego pendular entre sadismo y masoquismo, tal vez tenga aquí su residencia.

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