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EL PÉNDULO DE LA CULTURA

Por: José Muñoz Cota (✟)

(In Memoriam)

A veces pienso si la cultura, como proceso, no obedece al movimiento de un péndulo que, cíclicamente, va de lo romántico a lo clásico; de lo clásico a lo romántico, o a otras formas de romanticismo

Conviene, por principio, definir ambos términos: lo clásico su manifiesta por la objetividad de ciertas reglas, leyes o normas

En lo clásico predomina, por ello, el ejercicio de la razón, preferentemente

Lo clásico revela el orden, el método, la práctica de una lógica formal. Es la claridad, el ajuste, hasta donde es posible el rigor de las formas.

Goethe -con su genio esplendoroso- llegó a decir: prefiero perder un poco de mi libertad, con tal de conservar el orden

Para los clásicos continúa siendo la libertad un móvil de la existencia; pero es una libertad, como se ve, dirigida particularmente a conservar el orden establecido.

Por todo esto, ningún estilo clásico se atrevería a romper los cánones en uso.

Por otra parte: lo romántico no es lo sensiblero -no quiere ser lo cursi-, pero si manifiesta, desde su origen, la preponderancia del sentimiento por encima de la razón.

Son las razones del corazón que la razón no conoce. Pero hay algo más que la sentimentalidad: el romántico es un rebelde por antonomasia; no acepta, en cierto modo, la compulsión de las normas, rompe con ellas; el romántico es un revolucionario – toda revolución, desde este sentido, es romántica- el romántico trasciende la coacción inmediata de las estructuras lógicas y crea, a su vez, otras estructuras.

El romántico es un inadaptado. Por ello, el estilo romántico tiende a fugarse de su realidad a pensar en la importancia de otro medio, de otro tiempo-espacio, o bien, exalta el tiempo pasado, alguna patria imaginada, o tal vez formula la utopía de otra vida o territorio, otro mundo feliz.

Pues bien, después de formuladas las premisas anteriores -resumidas, por supuesto-, cabe seguir la historia de la cultura universal, en sus diferentes fases, para ir deslindando las épocas dentro de lo clásico o lo romántico

Esto es posible, en principio, porque -como ya se ha probado-, la cultura es un fenómeno histórico; es circunstancial y, por esto, sujeto a las variaciones que el tiempo le impone.

Más todavía: la cultura cambia en función de la clase social en que se desarrolla y toma, naturalmente la forma de la propia clase social -que le impone- circunstancialmente.

Sin embargo -volviendo a la hipótesis de trabajo del péndulo cultural-, los ciclos revolucionarios de la cultura -románticos-, después de haber negado los cánones establecidos, las normas imperantes, las estructuras básicas, y después de haber originado un nuevo movimiento, diferente esencialmente al anterior; después de la tormenta que han suscitado, aparecen los síntomas iniciales de un clasicismo creciente, que viene a ser como la continuación obligada del sacudimiento romántico anterior.

Este fenómeno de asentamientos que caracteriza a los agitadores, negadores, destructores de ayer, es el impulso a establecer el uso de estructuras diferentes.

Los revolucionarios de ayer -con su radicalismo a cuestas-, generalmente son los conservadores de mañana, son los forjadores de un nuevo clasicismo.

Así, es común el espectáculo de los movimientos románticos -en sus expresiones ideológicas, estéticas, económicas, etc.-, que pasan a constituir una élite suprema, alejados ya de sus primitivas trincheras de combate y de negación destructora.

Concluyendo, diremos que todo en la vida está regido por un péndulo clásico-romántico, las modas, la literatura, los bailes, la poesía, la arquitectura, porque todo está siempre en constante evolución; todo revoluciona.

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